Florence Foster Jenkins es una brillante película que recrea la historia real de una de las peores cantantes de ópera de todos los tiempos. Florence Foster Jenkins (Meryl Streep) fue una rica heredera amante de la música pero con unas dotes nefastas para el canto. Su falta de talento no le impidió cumplir con su gran sueño de subirse a los escenarios e interpretar óperas. Tal era su entusiasmo que ella misma se diseñaba sus estrafalarios vestidos. Ayudada por su pareja, un actor británico llamado St. Clair Bayfield (Hugh Grant), quien le hizo de manager, y acompañada al piano por Cosmé McMoon (Simon Helberg), realizó conciertos durante varias décadas en los que la gente se agolpaba para verla cantar.
La película muestra la cara más amable de Florence, interpretada magistralmente por la excelente Meryl Streep, un auténtico camaleón convertido en actriz. Meryl Streep consigue dar vida a una mujer entrañable, que cree en sí misma y que es capaz de arrancar risas constantes en las escenas en las que canta de manera deplorable a la vez que consigue emocionar en los momentos clave de la historia.
Meryl Streep está acompañada por dos actores principales, Hugh Grant, que interpreta a su fiel pareja y Simon Helberg que da vida a un simpatiquísimo pianista. Los tres crean un ambiente hilarante en muchos momentos de la película. Para mí, el mensaje de la película se resume en la última frase de la cinta, en la que una Meryl Streep metida en el personaje de Jenkins afirma que puede que hubiera cantado mal pero, al fin y al cabo, había cantado. Es la historia de un sueño alcanzado a pesar de lo que el resto de la humanidad pudiera pensar.
Florence Foster Jenkins es una comedia brillante, con unos protagonistas que garantizan la calidad interpretativa de la cinta. Pero es también una historia que arranca alguna lágrima. Meryl Streep hace que te enamores de Florence.
Sandra Ferrer Valero 