La Residencia de Señoritas

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Cuando las mujeres soñaron con la enseñanza superior igualitaria

Hace más de cien años, apenas treinta jóvenes ingresaban en un centro educativo innovador y moderno para su tiempo. Treinta muchachas dispuestas a escribir una página de la historia de las mujeres que, por desgracia, la Guerra Civil se llevó por delante. La Residencia de Señoritas fue durante escasas dos décadas un oasis de educación femenina en una sociedad en la que el papel de la mujer se ceñía a ser el ángel del hogar.

El mes de octubre de 1915, abría sus puertas la Residencia de Señoritas en Madrid. Una treintena de chicas de unos dieciséis años decidieron participar en un proyecto único en su tiempo. La Residencia tenía como principal objetivo preparar a sus estudiantes para su futuro ingreso en la universidad. A pesar de que a partir de 1888 las mujeres podían acceder libremente a los estudios superiores, su presencia en las aulas universitarias tardaría mucho en ser algo normal en nuestro país. En aquellos años, eran auténticas rara avis, algo que las impulsoras de la Residencia decidieron que tenía que cambiar.

La Residencia de Señoritas basó su organización original en la Residencia de Estudiantes con algunas diferencias importantes. Mientras que el centro masculino estaba integrado en su gran mayoría por estudiantes universitarios de clase alta, la institución femenina estaba abierta principalmente a mujeres de clase media que aspiraban a ingresar en la universidad. Conscientes de que el centro suponía una revolución que podía escandalizar a los sectores católicos más radicales, su dirección se propuso demostrar que las alumnas eran mujeres de una dignidad intachable. Para ello, no sólo las exigencias educativas eran más que estrictas, también el comportamiento de las pupilas, las cuales no podían entrar y salir del centro en el que vivían y estudiaban sin la estricta supervisión de sus tutoras.

Por sus múltiples instalaciones que se tuvieron que ir abriendo por la capital debido a la creciente demanda, pasarían mujeres que dejarían una huella imborrable en la vida social, política, intelectual, artística y científica de su tiempo. Desde su directora hasta sus alumnas, pasando por las profesoras y las mujeres que en algún momento se acercaron a aquel excepcional centro de saber femenino.

El alma de la institución
Creada por la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, una institución fundada en 1909 y presidida por Santiago Ramón y Cajal en sus primeros años, la Residencia de Señoritas encontró en María de Maeztu, a su directora perfecta. Nacida en Vitoria en 1881, María de Maeztu cursó sus estudios de Magisterio y Derecho y colaboró con su madre en la organización de una residencia de señoritas que ella misma había fundado en Bilbao para acoger a todas aquellas mujeres que quisieran acercarse al mundo del saber.

En 1902 María estaba preparada para ejercer su profesión de maestra que inició en una escuela pública bilbaína. La nueva profesora ejerció la docencia de una manera original y diferente a como se conocía hasta el momento. Con clases al aire libre y renovados métodos memorísticos, María apostó por una educación laica con unos principios pedagógicos basados en su famosa frase: “Es verdad el dicho antiguo de que la letra con sangre entra, pero no ha de ser con la del niño, sino con la del maestro”.

En 1915 y con una holgada y exitosa carrera a sus espaldas como maestra y conferenciante, María estaba preparada para dirigir la Residencia de Señoritas. Consiguió crear un ambiente culto y erudito en el que las mujeres daban rienda suelta a sus conocimientos y se organizaban veladas intelectuales en las que se acogían a contertulios masculinos de la talla de Lorca, Ortega y Gasset o Azorín.

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Maestras eruditas
El prestigio de la Residencia de Señoritas se forjó gracias en buena parte a un equipo docente de mujeres intelectuales dispuestas a transmitir no sólo sus conocimientos sino también, y sobre todo, su espíritu innovador.

Una de aquellas mujeres fue María Zambrano, intelectual, poeta, filósofa, que brilló con luz propia entre los nombres de las letras españolas más importantes de su tiempo. Hija de maestros, en 1921 decidió matricularse por libre en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Madrid. Empezaba entonces una vida intelectual que la llevaría a conocer a grandes nombres como Ortega y Gasset, Luis Cernuda o Camilo José Cela. Mientras preparaba su tesis doctoral, María fue trabajando como profesora en distintos centros, entre ellos la Residencia de Señoritas. Matilde Huici, además de ejercer como maestra en la Residencia, fue una destacada abogada, pedagoga y periodista que colaboró en otras instituciones feministas de su tiempo. María Goyri, una de las primeras mujeres en licenciarse en Filosofía y Letras y María Sánchez Arbós, licenciada en Magisterio, fueron también algunas de sus profesoras destacadas junto con la artista Maruja Mallo.

Alumnas brillantes
Por sus habitaciones, salas de estudio y aulas, pasaron jóvenes excepcionales. Entre ellas, Victoria Kent, una de las primeras mujeres en licenciarse en Derecho en nuestro país; Matilde Landa, quien se licenció en una carrera tan “masculina” como Ciencias Naturales o Josefina Carabias, una de las pioneras en el mundo del periodismo y licenciada en Derecho.

Invitadas de excepción
La vida diaria de la Residencia de Señoritas estuvo marcada por constantes actividades culturales que hicieron de sus salones importantes centros intelectuales en los que, además de eruditos que quisieron compartir su saber con aquellas valientes mujeres, participaron también nombres propios femeninos de la talla de Clara Campoamor o Gabriela Mistral. Incluso Marie Curie llegó a pisar aquel centro de enseñanza femenina pionero en España.

El final de un sueño
Cuando el alzamiento militar de julio de 1936 sacudía los cimientos de la sociedad española, la Residencia de Señoritas se encontraba prácticamente vacía debido a las vacaciones estivales. Pero días antes, sus aulas bullían de entusiasmo, gracias a las más de trescientas alumnas que entonces soñaban con llegar algún día a la universidad. La Guerra Civil truncó sus anhelos. María de Maeztu dimitía de su cargo en septiembre y marchaba a su largo exilio en Argentina. Durante los años de conflicto, sus instalaciones se convirtieron en improvisados hospitales, orfanatos y centros de acogida para familias sin hogar. Cuando terminó la guerra, la Residencia de Señoritas se convirtió en el Colegio Mayor Santa Teresa de Cepeda, un centro educativo muy alejado de los principios que habían hecho nacer al que fue sin duda uno de los proyectos feministas más innovadores de principios del siglo XX.

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